“Estimados gobernantes, miembros de la sociedad civil organizada, creyentes de las diferentes religiones y confesiones, que ejercemos el servicio de autoridad, padres de familia y cada ciudadano argentino, en este tiempo tan difícil, ¿somos capaces de asumir, como los congresales de 1816, el compromiso de sostener la Independencia de la Patria hasta con la vida, haberes y fama?” La pregunta de monseñor Carlos Sánchez resuena como un reto, como un desafío, en el templo casi vacío de la Catedral, apenas ocupado por las máximas autoridades de la Provincia.

Una manera tan frontal de decir las cosas por parte del arzobispo recuerda a aquel Tedeum, previo al tratamiento del proyecto de legalización del aborto en la Cámara Baja de la Nación, en la que el arzobispo decidió llamar a cada uno de los diputados tucumanos por su nombre, y les pidió que votaran en contra. Fue para el 25 de Mayo y su gesto recibió tanto críticas como aplausos en todo el país. “Yo, Carlos Alberto, quiero llamarlos por su nombre a ustedes, Beatriz, Teresita, Gladys ...”, dijo esa vez.

Ayer, con su estilo llano y cercano monseñor Sánchez, volvió a mirar a los ojos a los gobernantes para moverlos a la acción. Trazó dos líneas paralelas imaginarias y puso, en una a los congresales de 1816 y en la otra a los dirigentes de hoy, incluyéndose a sí mismo. Quizás a más de uno le haya incomodado ser comparado con los patriotas.

“Los congresales de 1816 de distintos lugares, se vincularon como hermanos porque tenían un mismo ideal; y, a pesar de los disenso supieron dialogar razonablemente, para superar las diferencias, buscando el interés común en lo esencial, pero a la vez, haciendo sentir la voz del pueblo que representaban; postergando su interés particular y encontrando las coincidencias que hacen al bien de todos. Y como dice el acta de la Independencia, con el compromiso de …” sostener estos derechos hasta con la vida, haberes y fama…”.

Estaban presentes el gobernador Juan Manzur y el vicegobernador, Osvaldo Jaldo, con sus esposas; el intendente Germán Alfaro, su señora, la diputada nacional Beatriz Ávila y autoridades de otros poderes del Estado. También, como otros años, concurrieron representantes de distintos credos como el pastor Roberto García, de la iglesia Anglicana de la Gracia, el presbítero Juan Manuel Alurralde de la iglesia católica ortodoxa, Héctor Mohamad, de la Asociación Cultural y Culto Panislámica y Bernardo Antolini, de la iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Díaz.


Una libertad reponsable

En su paralelismo con 1816, monseñor Sánchez dijo que la libertad, como lo fue en aquel tiempo sigue siendo un bien buscado por la sociedad, pero con algunas diferencias. La libertad que hoy necesitamos -aclara- es “una libertad responsable”, que busca “poner en común los bienes que tenemos, promover la cultura del trabajo y la educación, cuidar la vida siempre y en todas formas, promover consensos y respetarnos mutuamente”.

Argumenta que esta es la libertad que hace falta para una Argentina que, si bien “rica en recursos, bienes materiales, personales e institucionales; está empobrecida por el egoísmo, la indiferencia y las divisiones”. Son justamente estas miserias las que “amenazan la vida de todos y de nuestra sociedad”, remarca.

Al terminar la homilía, en una charla de unos minutos con LA GACETA, refuerza su concepto libertad. “No me refiero a la libertad de hacer lo que yo quiera, sino a la que soñaron nuestro próceres. A una libertad fundada en la verdad y en el amor. Porque ser libre no es hacer lo que uno quiera sino poder discernir qué es lo que Dios quiere para nosotros o qué es lo mejor para el bien común, para los demás. Por eso yo ejercito mi libertad cuando amo. Por eso soy libre cada vez que pienso en qué es lo mejor para mis hermanos”, explica.

“Tenemos que aprender a hacernos responsable del otro, a cuidarnos, a cuidar la vida propia y ajena, a tener una libertad responsable”, manifiesta. “Hoy por el contrario vivimos en medio de mucha intolerancia. Por eso tenemos que aprender a vivir en libertad responsable. Belgrano decía que un pueblo instruido jamás va a ser esclavizado”, recuerda el ferviente admirador del prócer.

El arzobispo cree que todavía hay batallas que librar como sociedad para lograr la verdadera libertad. “Ahora nos toca independizarnos del egoísmo y de la indiferencia. El egoísmo nos ensisma, nos encierra, y la indiferencia es un virus tremendo que no nos permite ver al necesitado que pasa por frente nuestro. Tenemos que ver a los demás como seres humanos antes que cualquier cosa. Antes que ver al delicuente y al adicto -sostiene- tengo que ver a la persona, a este hermano que quizás ha sufrido exclusión, violencia y marginalidad. Esa es la libertad que tengo que conseguir”.